Resumen:
este número queremos reflexionar acerca de la relación
entre la universidad y la sociedad. En ocasiones ésta se
da por sentada, pero quizá vale la pena ponerla de vez en
cuando sobre la mesa de la duda, especialmente a partir de
los graves problemas de nuestra sociedad. La universidad es
producto de sociedades que han alcanzado cierto grado de
complejidad, por lo que cada vez requieren mayor nivel de
especialización, conocimientos y capacitación de sus miembros,
sin mencionar los valores y principios axiológicos que
se fomentan en estos centros de estudio. Como parte de un
todo, en las universidades se han gestado importantes acciones,
no solamente en el área del conocimiento científico,
sino en las humanidades, la cultura y lo artístico; podemos
destacar que no solamente salvaguardan la permanencia y
la reproducción de la sociedad, sino que son un factor de
cambio. Su esencia y lo que la distingue de otras instituciones
es la academia, entendiendo por ésta como a todas
aquellas actividades relacionadas con la enseñanza de la
ciencia, es decir, actividades de investigación e innovación.
La academia implica la formación de cuerpos colegiados,
organizados generalmente en forma horizontal, donde se
debate, reflexiona y se toman decisiones en torno al proceso
de enseñanza-aprendizaje en cuanto a las temáticas
y/o problemas más importantes para la disciplina y que requieren
de su atención. En este orden de ideas, las revistas
universitarias se convierten en una extensión y complemento
de estos debates colegiados que apoyan el proceso educativo
y de investigación, difusión y que pueden incidir en
diversas problemáticas de las sociedades.
La vida universitaria es rica en ejemplos de esta relación entre
la universidad y la sociedad. Uno de ellos es que en junio
de 2011 se llevó a cabo en la Universidad Nacional Autónoma
de México la Conferencia Internacional sobre Seguridad
y Justicia en Democracia. En este evento participaron
ochenta y ocho destacados profesionistas, funcionarios públicos,
académicos nacionales y de otros países (Revista de
la Universidad de México, 2011). En la Universidad La Salle
Cuernavaca se efectuó el foro “Distintas máscaras de la violencia”,
organizado por la Escuela de Psicología (para mayores
detalles, ver sección de Psiconoticias de esta revista). No
es el lugar para continuar o profundizar esta disertación, sólo
debemos mencionar la importancia y la responsabilidad que
tenemos los universitarios ante estas complejas problemáticas
de la sociedad.
Referente a este número de la revista, encontramos temas
que reflejan en gran medida los problemas que requieren la atención de la psicología. Tal es el caso de los llamados trastornos de la alimentación, como lo es el ensayo de Sofía Álvarez
Reza, “Etnografía involuntaria”. En este trabajo, Álvarez aborda sin simulación el problema de la anorexia y su experiencia como
paciente. Debemos reconocer la valentía de la autora al hablar a partir de su experiencia. El resultado y la valía de este trabajo
radican en el énfasis de las relaciones parentales que se resignifican con el tratamiento y que ofrecen nuevas opciones al paciente
para seguir adelante. Otro trabajo importante relacionado con los problemas alimenticios es el de María del Pilar Pérez, “La
anorexia nerviosa y bulimia son inseparables. Una visión caleidoscópica”. Este artículo coincide de alguna manera con el ensayo
de Álvarez, al mencionar que en estos problemas alimenticios existe una detención en el proceso de separación-individuación,
y al internalizar el vínculo con el objeto u objetos significativos, especialmente a la forma en que se establece la relación con la
madre.
En su ensayo “Los problemas de escribir la Antropología, la Psicología y la Historia (y posiblemente las demás ciencias)”, Ofelia
Rivera Jiménez aborda la inquietud metodológica de la transdisciplina entre la Antropología, específicamente de los conceptos
emic y etic, problematizando la mirada del investigador y el hecho cultural. Desde la Antropología se debe considerar el riesgo
de la influencia de la mirada del investigador, matizada por su propia cultura. Para Rivera es posible la investigación si se cuida
la calidad de las “fuentes”, la calidad de las memorias (informantes y como conservación de la escritura de los registros y su
almacenamiento). De lo que se deduce, necesario para la transdisciplina, es el arduo trabajo de crear puentes conceptuales,
protocolos, para contextualizar y validar no solamente los datos que se generan en determinada disciplina, sino el tránsito de
una a otra.
Carlos F. Soto Chico presenta la primera parte de su artículo “Psicoterapia psicoanalítica breve y focal con parejas: un enfoque
integrador”. Se refiere a un número de sesiones preestablecido, focalizando los síntomas, problemáticas, conflictos y temas
que la pareja defina. El artículo es puntual en cuanto a los conceptos y las variables que deben de considerarse en este tipo de
abordaje terapéutico, por lo que es un material valioso y de apoyo para estudiantes y terapeutas interesados en estos temas.
El último artículo de este número de la revista es el de Elda Ivette Guzmán Ballesteros: “Evolución de las dimensiones del trabajo
y familia desde la perspectiva psicológica”. Guzmán discute los ámbitos de trabajo y familia, que son de reciente estudio de la
psicología organizacional, proponiéndose realizar una revisión de la conceptualización –trabajo-familia-, enfatizando la evolución
de los mismos respecto a su independencia o su relación. Aunque la autora reconoce importantes avances en esta relación
que se han gestado tanto en la sociedad como en diversas instituciones que incluso la favorecen, es factible decir que las acciones
son insuficientes, tanto en los recursos que se le destinan como en los aspectos de investigación. La relevancia de este
estudio es el abordaje novedoso e integrador de las dimensiones que estudia –trabajo-familia– y que abren nuevos horizontes
de investigación e intervención.